En los últimos años hemos asistido a la continua degradación de las venta de las discográficas por la irrupción de los nuevos formatos de compresión (MP3) y los nuevos dispositivos de reproducción así como por la universalización de internet como vehículo de comunicación y las nuevas técnicas de compartir archivos, fundamentalmente el P2P.
No voy a repetir aquí los argumentos ya conocidos por los defensores y detractores del P2P pero sí merece la pena leer en profundidad la sentencia del juzgado mercantil N° 7 de Barcelona que deja muy claro que las redes P2P son legales.
Con esa premisa de legalidad quiero comentar hoy el problema que las editoriales han contemplado muy de lejos pero que pronto se les vendrá encima. En la pasada Navidad, Amazon anunció que el día 25 de diciembre sus ventas de libros electrónicos habían superado por primera vez a las ventas de libros en papel. Ese hito, que muchos no esperaban como pronto hasta dentro de 10 años, se ha superado ya. El éxito del Kindle y la fuerte competencia que se avecina en el sector de los lectores electrónicos, además de la inminente llegada del iPad de Apple sólo pueden augurar un crecimiento exponencial del libro electrónico y un declive más o menos lento del libro en papel. Ante este futuro inmediato, ¿qué actitud tomarán las editoriales? Si siguen los pasos de las discográficas y de su sorprendente vanguardia, SGAE, estarán apostando por la irrelevancia en el futuro digital del libro. Si apuestan por una actitud novedosa, considerando los nuevos medios como una oportunidad para hacer crecer la cultura a un número mucho más amplio de clientes y facilitar los métodos de acceso, pueden ganar el futuro.
Un artículo de NYT explicaba muy bien las cifras de negocio del mercado editorial. Una novedad editorial tiene un precio medio de 26 dólares. La editorial lo vende a la librería por 13. Los costes de impresión, transportes, edición y márketing se llevan unos 5 euros. El autor se lleva un 15 por ciento (por cierto, bastante mayor que en España) por lo que el margen final para la editorial es de unos 4 dólares.
Un libro electrónico, con los acuerdos tipo de Apple, reporta a la editorial el 70% del PVP. Suponiendo un precio tipo de 12,99 dólares, la editorial obtiene 9,09. Restando los costes de márketing y los derechos de autor (un 25% aunque en unos casos será sobre el PVP y en otros sobre el 70%), el margen de la editorial queda entre 4,5 y 5,5 dólares, mayor que en los libros de papel.
Con lo anterior, vemos que en un negocio con un riesgo muy inferior, el margen es superior, algo económicamente insostenible en un entorno donde el coste de la copia es cero y los mecanismos DRM de protección se han probado inútiles. Si las editoriales insisten en mantener estos precios, como indican las disputas con Amazon, en poco tiempo se encontrarán con un problema como el de las discográficas. Los usuarios difícilmente pagarán 13 dólares por una copia digital que pueden conseguir por cero.
Es hora de asumir que el mundo ha cambiado, que no es posible hacer negocios en el mundo digital con las mismas estructuras y mecanismos que en el mundo predigital. Hay una oportunidad para crear un mercado editorial saludable, muy grande en tamaño, basado en precios muy reducidos y en la disponibilidad inmediata. Si los lectores pueden descargar un libro en 30 segundos a su lector electrónico con una conexión wireless o 3G, por un precio no superior a los 5 euros, no se plantearán alternativas de descarga en redes P2P. Apple ha demostrado que es posible hacer grandes negocios con esa estructura de precios en un mercado masivo. Si el objetivo es hacer mayores beneficios sin cambiar las estructuras empresariales, arriesgando menos e ingresando más, el resultado será similar a lo que se ha visto en otros sectores, pero como dice un antiguo refrán castellano: “nadie escarmienta en cabeza ajena”.
Fuente: elcultural.es
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